Carta a un amigo


Apreciado tocayo, me complace enormemente que te hayas molestado en recoger buena parte de mi artículo en tu distinguido e inspirado blog: http://diariodeunfuncionario.blogspot.com/. Huelga decir que desde siempre he sentido una especial simpatía por la isla vecina e intuyo, por tu gesto, que tu también la sientes. Sin embargo, debo decir que no resultó sencillo, como a simple vista pueda parecer, lograr convencer al director de mi periódico para que me permitiese publicarlo. Es más, me vi obligado a rescribirlo no menos de media docena de veces hasta conseguir trenzar un artículo, tan aséptico como insulso en cualquier caso, que superase su criba.
En cuanto a tus “trasuntos imaginarios”, confieso que el que más me ha gustado, ha sido el del fragmento del diario de Gil, personaje entrañable donde los haya. Al igual que tú, a mi también me subyugó la primera novela de Landero, con la que alcanzó tantos premios. Después de aquella, se me antoja que no ha escrito nada de tanta enjundia, y es que después de una obra así es prácticamente imposible superarse.
Por cierto, si ya conoces la isla, me gustaría que me enviases alguna instantánea de ese viaje para incluirla en mi blog. Desde hace semanas, estoy haciendo acopio de las fotografías que desinteresadamente me ceden los amigos que la han visitado. Es una especie de homenaje que deseo brindarles a los insulsos por lo estupendamente que se comportaron las autoridades de la isla conmigo durante mi última visita.

Un abrazo.
Francesc Gonyalons

2 comentarios:

Próspero Sobrado dijo...

Sr. Gonyalons, al corriente como estoy del caluroso recibimiento que se le brindó a usted el mes pasado en la isla, me temo que algunos serían incapaces, hoy por hoy, de entender cualquier reproche que yo decidiese hacerle por justificado que fuese. Por eso, me limitaré a dejar en el aire un interrogante: ¿cree que ha sido una buena idea abundar, de esa manera tan osada e imprudente, en el conocimiento propagandístico de nuestro territorio?
Presiento que se ha terminado la tranquilidad para los insulsos porque, particularmente, y aunque de adopción, yo me considero un isleño más, no en vano llevo viviendo en Insulsa desde hace más de veinte años, y veo peligrar buena parte de la calidad de vida que la ha caracterizado hasta hoy.
Por otro lado, sin embargo, quiero creer que no todo el mundo puede permitirse abonar cincuenta euros diarios sólo en concepto de estancia. Esa es la última baza sobre la que se sostienen mis esperanzas, la que finalmente salvaguarde el turismo de calidad que nos ha visitado siempre. De lo contrario, le aseguro a usted que abandonaré insulsa para siempre, y usted será el único culpable de ello.


Octavio Luna dijo...

Qué sujeto más lóbrego el tal Sobrado, será mejor que no le hagas demasiado caso. Le conozco bien, he tenido que enfrentarme a él últimamente por la adquisición de lo que en un futuro más o menos próximo pienso convertir en mi hogar, una casa de tres plantas que en su día fue propiedad de Isaías Flyte, súbdito británico que recaló en Insulsa para pasar sus últimos años de vida. De hecho, falleció aquí, hace ya la friolera de sesenta años. No era rico, pero su pensión le daba para vivir desahogadamente. Según cuentan los pocos que le conocieron que todavía siguen con vida, era un hombre solitario que apenas hablaba con nadie, aunque se niegan a proclamar que fuese de ningún modo un tipo huraño.
Al morir Flyte, las autoridades se encargaron de hacer las gestiones necesarias para su expatriación, pero viendo que el gobierno inglés no daba señales de vida se optó por enterrarle en una sepultura de propiedad municipal, junto al portón de entrada al único cementerio que todavía, hoy por hoy, no ha sido desmantelado. Allí descansa el desdichado, a pesar del estruendo producido por las retroexcavadoras que trabajan horadando los terrenos colindantes, en la construcción de un vial de la nueva autopista de Poniente, esperando pacientemente el día que se exhume lo que queda de sus despojos.
Durante años, se pensó ubicar en la vivienda algo parecido a un museo, pero la idea se demoró hasta quedar totalmente en el olvido. Es más, en todo ese tiempo no se le prestó ninguna atención al edificio, que se fue deteriorando cada vez más hasta hacerse del todo inhabitable. Fue entonces cuando las autoridades decidieron sacarla a subasta. Para conseguir hacerme con ella he tenido que, además de empeñarme hasta las cejas, convencer de mi solvencia a la entidad bancaria; suerte que mis socios en la productora me han echado una mano cediéndome provisionalmente parte de sus acciones.
A pesar de las poderosas influencias de sobrado, huelga decirlo, la subasta pudo desarrollarse en buena lid. Amigo mío, esto es Insulsa, uno de los pocos lugares en el mundo donde las influencias políticas, económicas o de otra índole, poco tienen que hacer ante la probidad de sus gobernantes, funcionarios y legisladores.


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